CULTURA
Y TRADICIONES DE RISARALDA
Entre el año 500 a.C. hasta el 1540 d.C. los
indígenas habitaron principalmente en las zonas templadas. Vivían de la
agricultura, la caza, la pesca y la recolección de frutos silvestres, insectos
y caracoles. Cultivaron maíz, fríjol y batata.
Para evitar las avalanchas de tierra y la
erosión, construyeron canales en el sentido de la pendiente para hacer fluir el
agua. Después de varios años cambiaban de lugar sus sementeras y así dejaban
descansar el suelo. Además extrajeron oro y sal, hilaban, tejían y trabajaban
la arcilla y los metales. Parte de esta producción la utilizaban para
intercambiar con grupos vecinos y lejanos.
Con la llegada de los españoles, los grupos
indígenas fueron casi exterminados, debido a la persecución y esclavitud a la
que estuvieron sometidos durante la Colonia. Muchos murieron por el efecto de
las enfermedades que trajeron consigo los invasores. Hoy, apenas el 3% de la
población del departamento es de origen indígena. Estos descendientes
aborígenes habitan en el resguardo indígena embera chamí, en el municipio de
Mistrató.
Aunque
la cultura aborigen fue casi aniquilada, nombres como Tatamá, Mistrató,
Anserma, Otún, Consota son palabras de origen indígena que dominan la
geografía, bien sea para municipios, lagunas, ríos o valles.
Desde su llegada al
territorio, a mediados del siglo XIX, el café es el producto agrícola que
simboliza la prosperidad de Risaralda. Sin duda, el principal producto que le
da sustento a la economía local. En la actualidad, Risaralda cuenta con 66.000
ha de tierra cultivada en cafetales.
Este producto agrícola no sólo simboliza la riqueza
departamental, es portador de una carga cultural que inunda a todas las
poblaciones. Razón por la cual, al viajero siempre lo reciben con un tinto y una
buena historia que lo obliga a sentarse y disfrutar de la bella panorámica que
le ofrece la plaza principal de cualquier municipio risaraldense. Allí se nota
que café es el nombre principal o, al menos, el acompañante de muchas fiestas,
lugares, plazas, parques, bares, restaurantes, almacenes, hostales, empresas,
etc.
Un caso curioso es la
utilización del jeep Willys de la Segunda Guerra Mundial, para el transporte de
carga y pasajeros. Estos vehículos llegaron al territorio en los años 50 para
ayudar en la expansión de la producción cafetera quedándose arraigados en la
cultura popular del departamento.
Es pintoresco admirar estos camperos que llevan todo tipo de
carga, al igual que pasajeros. Es tal la penetración, que con el tiempo apareció
la palabra yipao, que significa todo con lo que puede cargar un jeep: costales
de café, enseres de una casa, animales y personas.
EL FOLCLOR

Gran parte de la
historia musical del departamento se escribió entre la calle 15 con carreras 6
y 7 de Pereira, en el famoso bar Páramo. Allí los músicos se reunían para
ofrecer serenatas, creándose así toda una cultura del bambuco, el pasillo, el
bolero y el vals, ritmos aún vigentes, pese a que el bar ya no existe.
El mayor representante del folclor risaraldense, y en especial
del bambuco, fue Luis Carlos González, poeta y compositor. Algunas de sus obras
son: Aguardiente de caña, Antioqueñita, La ruana, entre otros éxitos que aún
hoy son recordados. Anualmente, los primeros días de noviembre se celebra en
Pereira el Concurso Nacional del Bambuco, organizado por la Fundación Luis
Carlos González.
El departamento basa su comercio en la
producción de los alimentos, bebidas, confecciones, textiles, madera y calzado.
En Risaralda operan cerca de 1.800 industrias registradas que contribuyen al
bienestar y desarrollo económico de la región, por ello, la actividad comercial
es una tradición arraigada en los habitantes. Es común encontrar gente
emprendedora iniciando o abriendo nuevos negocios.
La cultura Quimbaya,
entre los siglos IV a.C y el XVI d.C, se caracterizó por el manejo y dominio de
una de las técnicas avanzadas de la orfebrería en el continente americano. Los Quimbaya
elaboraron los objetos en oro más destacados del patrimonio cultural que hoy
identifica a los colombianos. Parte de estas obras se pueden apreciar en la
colección del Museo del Oro de Bogotá y en el Museo del Oro Quimbaya, en la
vecina ciudad de Armenia.
Para estos antiguos habitantes el metal era un elemento sagrado,
pues creían que se relacionaba con la renovación de la vida, de ahí que
acostumbraran a enterrar sus muertos con artículos fabricados en oro. La
explotación minera de oro que se realiza en Quinchía, Mistrató y a lo largo de
los ríos San Juan, Risaralda y Cauca influye en la economía departamental en no
más del 2% del producto interno bruto.
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